DRYADES

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 LAS MUJERES DRUIDAS

 

 

 

 Druidas, el espíritu del mundo celta

 

 

Varios escritores latinos y griegos hablan de Dryades o mujeres druidas, y la existencia de estos druidas femeninos queda ciertamente confirmada por las fuentes celtas. Hay que tener en presente el fascinante papel de las mujeres en la sociedad celta, en contraste con su posición en otras culturas europeas. Los derechos y el status de las mujeres celtas superan, con mucho, al de aquellas de Grecia y Roma.

 

En Grecia, las mujeres no tenían ningún derecho político. No podían tomar parte de la vida social, y sus derechos sociales estaban severamente limitados. Tampoco podían heredar ni poseer propiedades, o participar en una transacción que supusiese un valor mayor que el de una fanega de grano. El marido, padre o tutor masculino de cada mujer se hacía cargo, por completo, de sus asuntos. Si el padre moría sin haber otro varón en la familia, la hija “iba con la propiedad”, para aquel hombre que la aceptase como esposa. En otras palabras, era considerada un bien “heredable”.

 

Las mujeres se encontraban confinadas en su propia casa, pues tenían, incluso, sus propias zonas separadas dentro del hogar. Ésta era la realidad de su existencia, a pesar de que la vida de una mujer griega era, en ocasiones, pintada mucho más vigorosamente en las epopeyas griegas, donde el comportamiento de las heroínas se encontraba gobernado por una convención literaria.

 

Aristóteles parece haber sido más avanzado que sus compatriotas griegos al afirmar que hombres y mujeres deberían tener la misma educación y entrenamiento. Pero la vida para la mujer griega era extremadamente restrictiva.

 

En Roma, las mujeres disfrutaban, por lo general, de más derechos que en Grecia, pero el paterfamilias seguía teniendo el control sobre su mujer, y era necesario que las mujeres tuviera un tutor masculino que se hiciese cargo de sus asuntos y negocios. La propiedad era un concepto dominado por el hombre. Las mujeres romanas casadas no vivían como las griegas, recluidas, sino que comían con sus maridos, eran libres para salir de casa, siempre que vistieran la stola matronalis para indicar su estatus, y podían visitar tiendas, cortes de justicia, teatros y otros lugares públicos.

 

En la sociedad celta por el contrario, la posición de las mujeres era muy diferente. En la Historia encontramos numerosas figuras femeninas de la máxima autoridad, por ejemplo, Boudicca (Boadicea), gobernante de los icenos, que fue aceptada como líder guerrera por las tribus del sur de Britania en 61 d. C.

 

Ella es quizás, la más famosa de las gobernantes celtas. Según Dión Casio, Boudicca aparece como una sacerdotisa de la diosa “Andrasta”, descrita como una diosa de la victoria. Una razón podría ser, por tanto, que Boudicca era druida además de reina.

 

Pero Boudicca no era un caso aislado de gobernantes femeninos, en efecto, Tácito dice en sus Anales: “no es la primera vez que los britanos han sido conducidos a la batalla por una mujer”.

 

Las sagas apoyan la idea de las mujeres como guerreras. Reinas guerreras aparecen en muchas historias, entre las que destaca Medb de Connacht, que condujo a su ejército y mató personalmente al héroe Cethren en combate. Scáthach, una campeona guerrera, era la principal instructora en cuestiones bélicas de Cúchulainn.

 

Su hermana Aoife era otra famosa guerrera y, a pesar de lo grande que era el héroe Cúchulainn, tuvo que recurrir a las artimañas para superar su destreza.

 

Entre las muchas heroínas que se citan, tenemos noticias de la jefa gala Onomaris, que condujo a las tribus celtas en su marcha hacia Iberia. Tanto Tácito con Plutarco, nos llegan historias de otra destacada mujer gala, Eponina. El nombre remite a la diosa yegua celta Epona, y quizás ella fue una sacerdotisa de su culto.